domingo, marzo 11, 2012

La teoría de la "piedra gorda"

Hace unos cuantos años, cuando me encontraba en plena adolescencia, sufrí un cambio de colegio. Mis padres, anticipándose con habilidad ante mi previsible protesta, dejaron caer que en el nuevo colegio había un grupo de Astronomía. ¡Ohhh, sí! Los ojos me brillaban con la emoción sólo de pensarlo. Algunas nos conformamos con cualquier cosa, podréis pensar, pero esto supuso un punto de inflexión en mi vida.

El profesor que llevaba el grupo, E., inició mi carrera como astrofísico. Entre muchas otras cosas, me enseñó que Plutón no merecía el nombre de planeta (mucho antes de que lo decidieran los de arriba) y que las constelaciones del zodiaco estaban todas desplazadas, aunque no es que importara mucho en cualquier caso (en realidad, pasábamos más tiempo jugando al "une los puntos" con los mapas estelares). De todo lo que aprendí, recuerdo con nostalgia su teoría de "la piedra gorda". Esa teoría que un día iba a patentar y con la que se haría rico, que solucionaría de un plumazo todos los interrogantes abiertos sobre el sistema solar. Explicaba la creación de la Luna, el origen de los satélites de Marte y las anomalías en la rotación de Venus y Urano. La culpa de todo la tenía "una piedra gorda". La teoría original era algo más o menos así:

En los inicios de formación del sistema solar, había muchos asteroides y cuerpos rocosos que daban vueltas entre las órbitas de los planetas, atraídos por la influencia gravitatoria del Sol y, en menor medida, de Júpiter. Las órbitas de los planetas aún no habían sido completamente limpiadas (en este momento reciben el nombre de planetésimos), y podían encontrarse asteroides de gran tamaño en circulación. Uno de ellos, llamémosle "piedra gorda", tomó una dirección que le enviaría en colisión con múltiples cuerpos de los alrededores. Desde las zonas exteriores, más allá de la órbita del último planeta gaseoso, se lanzó a gran velocidad contra su primera víctima, Urano. El choque dejó al pobre planeta con el eje de rotación tan torcido, que quedó condenado a vagar cual canto rodado a lo largo de su movimiento alrededor del sol. No contento con esto, la "piedra gorda" siguió su curso hacia el sistema solar interior, atravesando el cinturón de asteroides entre Júpiter y Marte. Su alocada trayectoria desvió a dos de sus primos, los asteroides Fobos y Deimos, hacia el planeta rojo. Marte ganó así dos satélites, y Fobos un enorme crater.




El fin del viaje estaba cerca, pero aún tuvo tiempo de chocar contra el desprevenido Venus. Sí, también torció su eje de rotación. Con tan mala baba, que quedó girando al revés que todos los otros planetas: el Sol en Venus sale por el Oeste desde entonces. Después de tanto trastazo, nuestra pobre "piedra gorda" ya no sabía por dónde iba. Tras completar un giro alrededor del Sol e intentar salir de un vecindario tan concurrido, se encontró de bruces con la Tierra. El choque fue tan brutal, que no sólo le trastocó un poquito el eje de rotación, también le arrancó al pobre planeta un buen pellizco de las capas más externas. De esos restos, nació la Luna. Y colorín, colorado, el accidentado viaje de la "piedra gorda" había terminado.

Años después, con la carrera de Física terminada y mucho trasteo por internet, he comprendido que si bien la teoría no podía justificarse como un evento único, sin duda funcionaba como regla mnemotécnica para recordar todas esas cuestiones sin resolver. De hecho, no se diferencia mucho de las hipótesis actuales, sólo que éstas tienen nombres más sutiles. E., por supuesto, lo sabía perfectamente cuando nos lo contaba, y lo usaba como una broma recurrente de año en año. He pensado que podría ser divertido contarlo por aquí.


Para saber más:


Urano, un canto rodado

Urano es el séptimo planeta del Sistema Solar, el primero descubierto en la etapa moderna, con un telescopio. W. Herschel lo descubrió, aunque afortunadamente no perduró el nombre que le puso (en honor al rey Jorge III, su patrocinador). En la mitología griega, Urano era el padre de Cronos, o Saturno en la mitología romana, que era a su vez el padre de Júpiter. Todo queda en familia.

El aspecto más curioso de Urano es la extrema inclinación de su eje de rotación, 97.8º, o lo que es lo mismo, su eje está tumbado sobre el plano orbital. Donde los otros planetas tienen su ecuador, Urano muestra sus polos. Cada uno de ellos apunta al sol, en cada solsticio, durante 42 años seguidos. Esta anomalía suele atribuirse a un posible impacto con un protoplaneta de gran tamaño al principio de su formación, aunque no es la única posibilidad.


Los satélites "captados" de Marte
Al parecer, los hijos de Ares, Fobos (miedo) y Deimos (pánico), son en realidad "adoptados"... en cuanto a su naturaleza como miembros del sistema solar, al menos. Desde luego se parecen mucho más a los asteroides, situados en el vecino cinturón, que al planeta rojo. Durante mucho tiempo se pensó que Júpiter, el vecino al otro lado del cinturón de asteroides, habría modificado la trayectoria de alguno de esos cuerpos menores, permitiendo que Marte atrapara a dos de ellos.

El problema es que la órbita de Fobos y Deimos es bastante regular y coplanaria con la órbita marciana, lo que habría sido mucha casualidad. Otra explicación más razonable sería considerar que un único satélite se hubiera partido tras un fuerte impacto hace varios miles de millones de años.


Venus: al revés del mundo


Afrodita, Ishtar, el lucero del alba (o Lucifer) es en muchos aspectos parecido a la Tierra: su tamaño, densidad y su gravedad son muy similares, de ahí que a veces reciba el nombre de planeta hermano del nuestro. Lamentablemente, su agravado caso de efecto invernadero le proporciona una temperatura media de 480ºC. Lo que lo convierte en el gemelo maligno.

Venus gira muy lentamente a lo largo de su órbita, pero lo hace además con la peculiaridad de girar en el sentido de las agujas del reloj (visto desde el polo norte), al revés que el resto de los otros planetas. No se conocen las razones de esta rebeldía giratoria, aunque se achaca a una colisión con un asteroide en los orígenes de la formación del sistema solar.


La formación de la Luna


Una de las últimas hipótesis que explican la formación de la Luna es, precisamente, la colisión de un asteroide del tamaño de Marte con la Tierra, hace unos 4500 millones de años, cuando la corteza de la Tierra aún no se había enfriado. El impacto vaporizó material de la superficie, aceleró su rotación (un día se completaba en apenas unas horas) y el eje de la Tierra quedó inclinado (permitiendo la aparición de las estaciones). Todo aquel material que no volvió a caer se quedó orbitando al planeta, aglomerándose hasta finalemente convertirse en el único satélite que tenemos hoy en día: la Luna. Pero esto no será así para siempre, porque la Luna se aleja unos centímetros cada año. Dentro de "poco", no podremos disfrutar de eclipses totales de sol, ¡habrá que aprovechar mientras se pueda!



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