martes, septiembre 25, 2012

La boda de Juan y Cris

A veces me encantaría acordarme de dónde obtengo mi información inútil sobre el mundo. Como por ejemplo, eso de que a partir de un cierto momento en la vida de cada persona, el cerebro decide que ya se ha conocido a suficiente gente diferente, y los que van apareciendo de nuevas, se asimilan a una "categoría" ya existente.

Básicamente acabas yendo por la vida chocando de déjà vu en déjà vu mientras vagas la mirada entre la gente de la calle. Como en el caso de este vídeo, donde claramente la novia es Cris y el novio es Juan, los cuales jamás se han conocido en el mundo real (hasta donde yo sé), y que por tanto sería altamente improbable que llegaran a casarse. Y menos de esta guisa:

Al parecer no se puede incrustar el vídeo: desfilando al yutiub, por favor..

No son los únicos que aparecen en esta original - aunque ya no muy reciente - ceremonia. Veo claramente desfilar a Paola, Chenoa y Fisher, entre otros, a pesar de que algunos son personajes de ficción, o jamás los he conocido en persona.

Antes de que alguien lo mencione: no, claro que no son iguales. ¿Dónde estaría la gracia en eso? Pero lo curioso es que ésa es la información que mi cerebro me envía siempre en primera aproximación, sin importar las veces que vea esas imágenes.

Y ahora la fiesta es total, porque veo gente de la ciudad que no es caminando a mi alrededor, lo que me provoca incómodos desajustes espacio-temporales. "Espera, si ellos están aquí, ¿me he inventado todo lo que ha ido pasando con mi vida en medio?" Una fiesta, ya digo.

sábado, septiembre 22, 2012

Cisne o águila

Hoy en día, la gente tiende a confundir el verdadero mensaje del cuento de H.C. Andersen: "El patito feo", (o al menos lo que Andersen quería transmitir. Que se sabe porque el propio autor escribió sobre ello contándolo). En lugar de "Puedes convertirte en aquello que deseas y dejar tu pasado atrás", en realidad es "Si estás predestinado a grandes cosas, no importa la educación que recibas."

Así que el significado no era que cualquiera podía llegar a ser alguien, sino que la gente asombrosa a veces nace en circunstancias desafortunadas, aunque tarde o temprano sus dones acaban saliendo a la luz.
O por decirlo de otra forma, no puedes labrarte tu propio camino. Es tu destino, y nada podrá evitarlo, tanto si colaboras como si no. "No todo el mundo puede ser genial, pero la genialidad puede encontrarse en lugares inesperados."
Recuerda que en la historia el patito no hace absolutamente nada para transformarse en cisne. Ocurre simplemente porque eso es lo que es.

Un tiempo después, un hombre llamado Henrik Pontoppidan escribió un historia titulada "El vuelo del águila" en una especie de respuesta ante "El patito feo" sobre un águila que se cría en un gallinero y se vuelve gordo y cobarde debido a esta vida fácil y placentera, y ni siquiera es capaz de volar. Un día le atrapa una brisa y sale volando, pero le aterra tanto la inmensidad del mundo y acaba tan confuso tras el encuentro con un águila hembra  - quien se resiste a dejar que la controle -, que se rinde y vuelve a casa, al gallinero. Desafortunadamente, le disparan porque no le reconocen y piensan que va a atacar a las otras gallinas (no sabían que pudiera volar).

Así que la moraleja de la historia de Pontoppidan es justo la contraria de la de Andersen. "No importa de qué rama familiar provengas. Los dones no se heredan, no existe nada parecido al destino. Es tu educación la que se encarga de moldearte y la que te convertirá en lo que eres."


Y con esta nota esperanzadora, concluyo mi libre traducción del texto que acompaña el dibujo de Humon, quien tanto me ha enseñado sobre la historia y cultura de los países nórdicos, y como echarme unas risas saludables a su costa.

miércoles, septiembre 19, 2012

Mensajes en una botella

Cada post que lanzo desde aquí es un mensaje encerrado en una botella, flotando sin objetivo aparente por la red de redes, confiando en ser atrapado y entendido por la persona adecuada. Busco una conexión con el mundo exterior, desde la distancia, tratando de llegar a dar el toque más íntimo sin estirar los dedos. Escribir jeroglíficos que sólo yo entiendo, con la secreta esperanza de conseguir un guiño de respuesta, inesperado y cálido.

Por eso no hablo de política, ni de religión, ni de tantos temas polémicos que sólo pueden acabar en enfrentamientos sin fin: porque la empatía se resquebraja y se pierde para siempre. Pero es mentira, claro. No me puedo aislar de la política, ni de la religión ni de cada uno de los pequeños experimentos sociológicos que me rodean y me definen. Así que haré caso omiso de mi propia regla no escrita de obviar los "temas de mayores", tan aburridos y grises que sólo me provocan desesperación y hastío. 

Hay veces que estoy tan harta de todo. De que me manipulen, de que me tomen por tonta, de aborregarme, de insensibilizarme, de taparme los oídos con tanta fuerza que duele y cantar a voz en cuello muy alto para no oír que el mundo real es un lugar hostil y despiadado. Es entonces cuando estallo, y mis trocitos se esparcen como metralla a mi alrededor, retazos inconexos de lo que un tiempo atrás fueron razonamientos completos. Estoy cansada de gritar con voz ronca, de decir justo las frases incorrectas, de obtener miradas vacías o de incomprensión.

Lo que digo carece de sentido, pero si no lo digo reviento. No vamos a aplaudir las acciones desatadas de los cuerpos de policía en las manifestaciones porque de repente se inunde la programación televisiva de series sobre familias con sangre azul uniformada. No pueden hacer que olvidemos las protestas por los recortes y los paros de los medios de transporte porque un político decida dar un giro a su carrera. Que sepamos comprender el dolor de enfrentarse a una enfermedad no hará que olvidemos sus acciones públicas. Y no comprender el fin último sólo hace que aumente nuestra aprensión, porque seguro que no nos beneficiará a ninguno.

No me gustan las cortinas de humo que se despliegan a diestro y siniestro en cada noticiero. No me gusta que me dicten qué noticia es la relevante del momento, que me obliguen a ver sólo dos puntos de vista, tan diametralmente opuestos, tan absurdos. No me gusta que la clase dirigente viva inmersa en un gigantesco patio de recreo, chivándose a la señorita, tirándose del pelo y dándose pataditas por debajo del pupitre. No soporto que las noticias sobre deporte duren tanto o más que el resto de la actualidad. Me pone de los nervios el autobombo del cuarto poder.

Aunque lo que más me afecta es saber que estoy adocenada, que ya no reacciono, que perdí la esperanza de la primavera anterior a ésta, que he perdido antes de empezar a jugar. Me apena profundamente saber que prefiero callar y marcharme furibunda de un cuarto con la televisión o la radio encendida, antes que enfrentarme a la situación y discurrir un curso de acción consecuente con mis sentimientos.

Y da mucha rabia saber que es más fácil escribir para liberar pensamientos dañinos, cuando no negativos, en lugar de compartir el resto de caras del cristal que se reflejan al fondo de este espejo. A veces temo no poseer múltiples facetas, que todo haya sido un espejismo, que despertaré y dejaré que el recuerdo se me escape de entre los dedos como un sueño. El camino para encontrarme debe estar por aquí, en alguna parte... Ojalá pudiera encontrarlo. Un día...