sábado, marzo 04, 2006

Un tijeretazo a tiempo

Me he cortado el pelo. En primer lugar, porque sí. Pero no quiero engañarme, sé que esa no es la razón principal. Necesitaba un cambio a todos los niveles, y el corte era lo más fácil y rápido. Las tijeras tienen algo de drástico. Tampoco la elección de cómo debía ser el corte ha sido casual. Por supuesto, éste es un peinado que me gusta, que me gustaba de antes. También es cierto que me agobiaba el pelo largo, estaba cansada de llevarlo así, siempre igual. Estaba aburrida de que nadie notara nada cuando me cortaba un poco las puntas. Si la gente no nota que cambias, quizá no estás cambiando.

Me he dado cuenta de que me muevo a base de impulsos, y el resto del tiempo me dejo llevar. Ésta última suele ser la mayor parte del tiempo. Me acobardo ante lo que me mira fijamente a través del cristal, y cierro los ojos hasta que amaina el temporal. Por eso esta vez he empuñado las tijeras. Tenía que hacer algo para retomar el control sobre mi vida, antes de que me engullera el bramido del exterior.

Pero el motivo que más satisfacción me daba, aunque a veces me cueste reconocerlo, es que sabía que te molestaría. Quería no gustarte, para ver si así reaccionabas. Como esa última vez que uno gira la cabeza, con una pizca de esperanza, justo antes de echar a andar y no volver atrás. Porque en el momento en que de ese primer paso en otra dirección, ya no me daré la vuelta. Tendrás que alcanzarme tú. Y, créeme, no va a ser tan fácil.