viernes, junio 23, 2006

Muévete sin despegar los pies del suelo

Me encanta viajar. Llevo los último cinco años haciéndolo con amigos cada vez que se da la oportunidad y es algo que disfruto al límite. Aunque el extranjero siempre tiene una atracción irresistible, lo que más me gusta es viajar dentro de las fronteras.

Son todo ventajas, si se piensa bien: sin cambio de idioma, de moneda, el dichoso pasaporte o el largo camino hasta el destino final. Pero eso no es lo que me atrae. Lo que realmente me emociona es que elija la dirección que elija, y mire al lugar que mire, aparecen una ciudad, un pueblo, unas gentes, un ambiente y unas costumbres distintas y maravillosas que conocer. ¡Sin salir de mi país! Me extraña que la gente no alucine mucho más con la cantidad de cosas que puede disfrutar: las distintas montañas, playas, centros históricos... ¡en tan poco espacio!

La diversidad y la riqueza que proporciona es un tesoro que muchas personas no valoran. En realidad se usa para fines tan horribles como crispación de los ánimos, inicio de guerras, manipulación, odio intercultural. Nunca lo voy a entender. No me considero una persona nacionalista, porque hace tiempo que me di cuenta de que las etiquetas no son capaces de definir a nadie, ni siquiera una parte pequeña de la forma de ser de alguien, y porque sé que las palabras pueden desviarse de su origen y acabar convirtiéndose en un extremo. Sólo sé que disfruto sabiendo que puedo tener muchas culturas y tradiciones a mi alcance.

Nací en Bilbao, vivo en Madrid y una gran parte de mi familia es de Barcelona. Me entristece cómo pueden usarse ideas políticas para retorcer conceptos bellos. Porque yo lo único que siento es que es sencillamente genial saberme en casa, aunque esté a 600km.

(Pobre Rip, su post sólo ha servido para salirse del tema, jeje)

domingo, junio 11, 2006

Ya la has vuelto a armar

No puedes despedirte de uno de tus amigos con un beso en el cuello. Y menos si su novia te está mirando fijamente desde la otra punta. Te traerá problemas.

Si se ofrece a llevarte a casa por la noche, sonríe y asiente. Y mientras te alejas, no la pierdas de vista a ella ni por un segundo.

Luego no digas que no te avisé.