martes, septiembre 24, 2013

Awake, ¿estás despierto?

Ahora que ya he terminado de ver esta serie, de temporada única, puedo compartir mis impresiones de la misma. En primer lugar, ha cumplido con las expectativas que me creó el episodio piloto. Sencillamente, me ha encantado. Es más, si hubiera seguido una temporada más, lo más probable es que hubiera acabado siendo un despropósito de aires místicos (al estilo Lost). Mejor así, con final de interpretación abierta.

Porque ahora es el momento de verbalizar teorías.


Soberbio Jason Isaacs, por cierto.

Hic sunt dracones...



El protagonista, desde el accidente, ha ido viviendo alternativamente en dos realidades descorazonadoras aunque mutuamente esperanzadoras, sin poder distinguir cuál era sueño y cuál realidad. Si es que la había.

Ambos mundos tenían tintes ligeramente oníricos, en mi opinión. En el rojizo y cálido mundo en el que su mujer, Hannah, sobrevivía, al principio parecía que todo era más realista. Le cambiaban de compañero, su mujer trataba de avanzar y superar la muerte de su hijo, casi se mudan de ciudad, prácticamente se convierten en abuelos... Y luego está el mundo azulado y mullido del hijo, Rex. La psiquiatra es menos conflictiva, mantiene a su mismo compañero, se afianza la relación padre-hijo...

Pero entonces tienen lugar los casos y las pistas que se van filtrando de una realidad a otra, los fragmentos de recuerdos del accidente que lo embrollaban todo un poco, las indirectas que se van insinuando a través de detalles y por boca de personajes, o esa extraña y siniestra conspiración contra el protagonista. ¿Y si ambas son sueños? Sólo el subconsciente desatado es capaz de crear tanta riqueza en detalles y resolver los puzzles que se van presentando tanto en los aspectos personales como en los policiales.

Es interesante el detalle en uno de los capítulos finales: las puertas que se abren y a través de las cuales se presentan situaciones y elecciones clave para el protagonista. Porque ambos mundos eran paralelos, pero muy cercanos.

Así llega la elección final. Un mundo sin pulseritas de colores, ni azul ni rojo, sino amarillo. Una iluminación casi natural. Un mundo fruto de la fusión de lo mejor de ambos mundos. Un final feliz, más perfecto de lo que sería posible. En cierto sentido me recuerda al capítulo de Buffy de la sexta temporada, Normal Again. Un final perfecto pero inquietante.

Porque yo creo que en realidad ninguno de los dos sobrevivió al fatal accidente. Que él crea dos mundos ligeramente tristes, pero sobrellevables si suceden simultáneamente. O alternativamente. Pero cuando uno de ellos se rompe, el otro no es suficiente para compensar el dolor. De modo que el delirio evoluciona al siguiente estadio: un mundo completamente feliz.

Nadie ha muerto.

Todo va a salir bien.

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