viernes, mayo 10, 2013

Apunta. Encuadra. Dispara.

Cuando hagas una foto tienes que hacerte siempre esta pregunta: ¿Qué es lo que realmente quieres sacar? 

Porque muchas veces estamos ante una paisaje precioso, o una escena de enmarcar, pero se nos olvida que nuestro ojo y la lente de una cámara no funcionan igual. El ojo, combinado con el proceso de traducción que hace el cerebro, es mucho más complejo y completo. 

Para reproducir un momento preciso, tienes que elegir. ¿Qué es lo que te ha llamado la atención? ¿La luz? ¿El color de las hojas de un árbol, o el del cielo? ¿El efecto de las sombras en el suelo? ¿Un gesto, o una postura? ¿La expresión de los ojos? 

Con esa idea en mente, encuadras y disparas. 

Éste es un consejo que me dio hace muchos años mi amiga Malala, que en mi mente era una fotógrafa consumada, por mucho que ella se lo tomara a pitorreo:

Ahora que tenemos cámaras digitales, hay que aprovechar y tirar miles de fotos. Por pura estadística, alguna tiene que salir bien.

El caso es que lo recuerdo siempre que hago fotos, sobre todo de paisajes. ¿Qué es lo que quiero que aparezca, en realidad? En alguna ocasión, me asalta el pensamiento cuando me doy cuenta de que trato de fotografiar una emoción, y no una imagen. 

Y lo pongo en práctica también cuando escribo.

Me puede la verborrea escribiendo. Me disperso, me voy por las ramas, hago saltos mentales que sólo son lógicos para mí... Hablando me pasa mucho más, casi nunca acabo las historias que empiezo. Por suerte, escribiendo puedo editarme. Unas veces me sale mejor que otras, la verdad. Empiezo a escribir pensando en contar cualquier cosa. Si tengo pensado el principio, perfecto, pero si la frase estrella está pensada para aparecer a mitad del texto, me cuesta encauzar la historia. Me pasa sobre todo con las ideas que llevan mucho tiempo en mi cabeza. Las he estirado tanto, las he tratado de pulir tanto, que las noto anodinas, gastadas. Otras veces, me doy cuenta de que esa expresión no cuadra con el resto.

¡Me da tanta pena borrar frases! Especialmente las que han estado haciéndome compañía en mi cabeza en modo bucle. Pero entonces me acuerdo de mi consejo práctico: ¿qué es lo que realmente quieres contar? Por eso trato de empezar mis escritos con un título. A la inversa me resulta mucho más complicado. 

Claro que si se piensa bien, el ejercicio es el mismo: ¿qué es lo que realmente has contado?

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