miércoles, septiembre 19, 2012

Mensajes en una botella

Cada post que lanzo desde aquí es un mensaje encerrado en una botella, flotando sin objetivo aparente por la red de redes, confiando en ser atrapado y entendido por la persona adecuada. Busco una conexión con el mundo exterior, desde la distancia, tratando de llegar a dar el toque más íntimo sin estirar los dedos. Escribir jeroglíficos que sólo yo entiendo, con la secreta esperanza de conseguir un guiño de respuesta, inesperado y cálido.

Por eso no hablo de política, ni de religión, ni de tantos temas polémicos que sólo pueden acabar en enfrentamientos sin fin: porque la empatía se resquebraja y se pierde para siempre. Pero es mentira, claro. No me puedo aislar de la política, ni de la religión ni de cada uno de los pequeños experimentos sociológicos que me rodean y me definen. Así que haré caso omiso de mi propia regla no escrita de obviar los "temas de mayores", tan aburridos y grises que sólo me provocan desesperación y hastío. 

Hay veces que estoy tan harta de todo. De que me manipulen, de que me tomen por tonta, de aborregarme, de insensibilizarme, de taparme los oídos con tanta fuerza que duele y cantar a voz en cuello muy alto para no oír que el mundo real es un lugar hostil y despiadado. Es entonces cuando estallo, y mis trocitos se esparcen como metralla a mi alrededor, retazos inconexos de lo que un tiempo atrás fueron razonamientos completos. Estoy cansada de gritar con voz ronca, de decir justo las frases incorrectas, de obtener miradas vacías o de incomprensión.

Lo que digo carece de sentido, pero si no lo digo reviento. No vamos a aplaudir las acciones desatadas de los cuerpos de policía en las manifestaciones porque de repente se inunde la programación televisiva de series sobre familias con sangre azul uniformada. No pueden hacer que olvidemos las protestas por los recortes y los paros de los medios de transporte porque un político decida dar un giro a su carrera. Que sepamos comprender el dolor de enfrentarse a una enfermedad no hará que olvidemos sus acciones públicas. Y no comprender el fin último sólo hace que aumente nuestra aprensión, porque seguro que no nos beneficiará a ninguno.

No me gustan las cortinas de humo que se despliegan a diestro y siniestro en cada noticiero. No me gusta que me dicten qué noticia es la relevante del momento, que me obliguen a ver sólo dos puntos de vista, tan diametralmente opuestos, tan absurdos. No me gusta que la clase dirigente viva inmersa en un gigantesco patio de recreo, chivándose a la señorita, tirándose del pelo y dándose pataditas por debajo del pupitre. No soporto que las noticias sobre deporte duren tanto o más que el resto de la actualidad. Me pone de los nervios el autobombo del cuarto poder.

Aunque lo que más me afecta es saber que estoy adocenada, que ya no reacciono, que perdí la esperanza de la primavera anterior a ésta, que he perdido antes de empezar a jugar. Me apena profundamente saber que prefiero callar y marcharme furibunda de un cuarto con la televisión o la radio encendida, antes que enfrentarme a la situación y discurrir un curso de acción consecuente con mis sentimientos.

Y da mucha rabia saber que es más fácil escribir para liberar pensamientos dañinos, cuando no negativos, en lugar de compartir el resto de caras del cristal que se reflejan al fondo de este espejo. A veces temo no poseer múltiples facetas, que todo haya sido un espejismo, que despertaré y dejaré que el recuerdo se me escape de entre los dedos como un sueño. El camino para encontrarme debe estar por aquí, en alguna parte... Ojalá pudiera encontrarlo. Un día...

2 comentarios:

  1. Me encontré el mensaje en la botella y lo leí... pero luego no sabía bien que comentar, así que simplemente dejo unos abrazos dispersos.

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  2. Justo lo que necesitaba, Anónima: recogidos y disfrutados.

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La ortografía y la gramática son amigas mías. Si las pisoteas, la censura caerá sobre ti. Avisado quedas.

Por lo demás, cuenta lo que te plazca. Despacito y con buena letra.