El aire está impregnado de ese olor característico a tierra mojada. Aspiro con fuerza, y de manera inconsciente aminoro la marcha y fijo la mirada en el suelo.
Casi puedo verla delante de mí, agachada en cuclillas con una expresión atenta, concentrada. Con cuidado, alarga la mano, levanta un caracol del suelo y lo deposita en el arbusto más cercano. A cada paso que da, repite el proceso. Su avance es lento, pero tiene un propósito claro. Sé que a veces consigue ayuda: otro se acerca, se agacha y salva a un nuevo caracol de ser atropellado en la acera.
Siempre me asalta el mismo pensamiento. ¿Lo haría yo? Pero invariablemente, sacudo la cabeza, sonrío ante el recuerdo y me limito a esquivarlos hasta llegar al portal. Inspiro una última vez y entro en casa.
Elsa, leerte siempre es un placer :)
ResponderEliminarEl placer es saberse leída ;)
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