domingo, junio 14, 2009

El ritmo canario

Cuando pasas mucho tiempo sin tener una residencia fija, el mundo a tu alrededor acaba volviéndose de un color extraño, las imágenes aparecen en una mezcla imposible entre borrosas, diluidas y brillantes. Trabajar 24 horas, descansar un día de cada tres, tener de pronto un fin de semana libre... Todo se difumina un poco y acabas por no descansar, ni emplearte al 100% en lo que haces. Vas de un avión, a un taxi, a un autobús y vuelta a empezar. El paisaje cambia sin descanso y nada permanece lo suficiente para que se le de un sentido.

Así que heme aquí, de vuelta de un finde de relax con la sensación de no haber podido desconectar del trabajo, pero con el estómago encogido por haberme perdido detalles esenciales del mismo. Estar y no estar, al mismo tiempo. Y las variadísimas regiones climáticas de las Islas Afortunadas no ayudan mucho a anclarse a una realidad inmutable. La Palma, sin ir más lejos, con esas tremendas variaciones en alturas, muestra ante los ojos del visitante una infinidad de parajes: zonas volcánicas, exuberante vegetación inmersa en la lluvia horizontal, playas de negra arena guarecidas entre altos acantilados, amplias zonas de cultivo (mucho plátano, sí), las regiones casi desérticas de las altas cumbres. Todo ello al ritmo desenfrenado que sólo una visita guiada programada por locales podría conseguir. Es decir, planeas ver una serie de puntos emblemáticos en un tiempo dado, mientras que procuras que nadie se estrese en el proceso. Si las reuniones previas se alargan, se retrasa todo media hora. Que alguien se entretiene para subir al autobús, se le espera pacientemente. El límite no suicida de una guagua es de 30 km/h en la mayor parte de la isla, así que al conductor ni tocarlo, por favor. Si para comer hay tres camareros y dos cocineros para 70 personas, no hay problema, ya si eso seguimos con la visita dos horas después. Si la niebla se levanta, viajamos sumergidos en una nube. Si anochece, se mira el paisaje que está cerca. O se palpa. Que para disfrutar de verdad de Canarias, hay que calcular el doble de lo que se tardaría en cualquier otra zona del mundo. Aquí el estrés no se estila nada. ¿Lo del ritmo desenfrenado? Porque me ha dado la sensación de verlo todo como en el anuncio de Kodak: "Coliseeeo...". Ahora lo ves, zuuum, ahora no lo ves. Como fotos movidas.

Afortunadamente, esta visita guiada vino amenizada por generosas ingestas del vino local y... una guía turística para recordar. Me hace replantearme el proceso por el cual se seleccionan a los candidatos para ciertos puestos de cara al público. Para el de guía local, por lo visto, el dominio de la lengua con su rico vocabulario y la fluidez en el discurso no eran requisitos fundamentales. Ser capaz de hablar, o gritar, durante toda la visita parece suficiente, sin importar las veces que diga las mismas frases (mal dichas, encima). Que no pongo en duda sus conocimientos, porque realmente se notaba que se lo sabía. Aunque en mi opinión la verborrea desenfrenada no debería puntuar tan alto en las pruebas de selección. Pero ya digo que es sólo mi opinión. Por otro lado, esa cualidad me ha surtido de unas cuantas perlas para el recuerdo, que nada tienen que envidiar a las pedradas mentales de Jez. Así que, con el permiso de Barbija, pospongo el post sobre telescopios para compartir un poco mis recién adquiridos conocimientos gracias a esta buena señora.

La visita comenzaba serpenteando pendiente arriba por el sur de la isla, donde lenguas de lava petrificada sirven como recuerdo permanente de la no tan lejana explosión del volcán San Juan, allá por el 49. Según nos contó la guía, el cura del lugar más cercano al desastre comenzó el proceso de evacuación de la ermita, poniendo a buen recaudo bancos, estatuas y demás, durante los momento previos a la erupción propiamente dicha. Dado que era muy devoto de la Virgen de Fátima, a ella dirigió sus últimas plegarias y en un rapto de inspiración, le prometió la construcción de un monumento si salvaba a la ermita de quedar sepultada por la lava. Efectivamente, porque si no esta historia no se contaría, la lava tomó un camino tal que bordeaba la ermita y el cementerio... y unas cuantas casas más, claro. Así que el pueblo entero, enfervorecido, se rascó el bolsillo para poder pagar el dichoso monumento a la Virgen. No sé qué me indigna más, si que el cura fuera tan egoista de pedir un milagro sólo para él (aunque poniendo a cubierto lo importante, recordemos, just in case) o que la gente fuera tan absurda de ponerse a recaudar semejante pasta, cuando ellos mismos acababan de quedarse sin sustento ni posibilidad de valerse por sí mismos al haber quedado todas las tierras arrasadas por la erupción. En fin.

La siguiente anécdota que nos relató la guía también implicaba una ermita como centro de la narración, pero los detalles de la misma han sido desplazados en mi memoria por la desastrosa descripción de los hechos. Casi hacia el final del relato, en el que, por cierto, explicaba el origen de la construcción de la ermita de Santa Catalina, la buena mujer trataba de explicar una donación al vestuario de los curas, con tan mala fortuna, que consiguió crear a todos los presentes la imagen mental de un cura travestido con ropajes de mujer del siglo XVI. Digno de verse, sin duda.

Lo bueno era que con semejante aliciente, todos acabamos pendientes de sus palabras, para no perdernos la siguiente barbaridad. Pero aparte de contarnos detalles de la vida íntima y familiar de importantes personajes públicos (actuales, los pobres), hasta casi el final de la visita no pudimos disfrutar de la siguiente pedrada mental. Bueno, he de confesar que a lo mejor no estuve tan pendiente de todo lo que dijo la señora, ya que me alejaba siempre que podía para evitar matarla en un impulso.

Guía turístico "beborable"
Una visita beborable

Al volver hacia la región volcánica, esta vez sobre el cráter del San Antonio, asistimos a un relato peculiar plagado de "aves luminiscentes" y "piedras encendidas". Comentando a posteriori semejante despropósito llegamos a la conclusión de que las piedras encendidas eran las rocas incandescentes que escupía el volcán. Pero fuimos incapaces de determinar a qué se refería con aves luminiscentes, ésas que, según nuestra guía, eran las responsables de que la sal de Teneguía fuera de tan buena calidad.

Se aceptan sugerencias.

6 comentarios:

  1. El ritmo canario se tiene que parecer bastante al dominicano. Incluso yo que tengo una calma interior digna de buda puedo llegar a ponerme un pelín nervioso en un ritmo así...

    Estoy seguro que la gente que tiene un ritmo así vive más años... pero les da igual porque pasan su tiempo extra esperando que alguien les atienda o les traiga la cuenta.

    Por cierto, creo que te he contestado a todos tus comentarios, si se me pasa alguno me puedes collejear..

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  2. Sí, he vivido allí, he sufrido en mis carnes la parsimonia canaria. Pero tenlo claro, o cambias el chip, o vente pa la península porque te van a dar ataques de ansiedad.

    Yo estuve a punto de cargarme a varios canarios a gritos, hasta que me di cuenta de que ellos vivían mejor y más calmados que yo. Y empecé a cogerles el truquillo. Para cuando lo había conseguido, tuve que volverme a casa, y era la gente la que se desesperaba con mi tranquilidad.

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  3. Decir que tienen horchata en las venas se queda corto, BH, pero desesperar he visto que no funciona, así que...
    Y sí, has sido muy eficiente, me guardo la oportunidad de collejearte para mejor ocasión ;)


    Barbija, no me va a dar tiempo a cogerle el truquillo, porque me vuelvo en dos semanas. Pero trato de respirar muuuy hondo antes de interaccionar con ellos. Y guardo la espada láser lejos de mi alcance, por si acaso.
    Btw, de verdad que he intentado escribir sobre mis aventuras entre telescopios silvestres, pero no me inspiro. Puedo abusar de tu paciencia y postergarlo un poco más? Me da que son los nervios, es la primera vez que alguien me pide que escriba algo concreto para el blog, y como se supone que es 'de lo que sé'... Pero todo llega para el que sabe esperar. O eso dicen.

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  4. Vale, tómate tu tiempo, pero no se me olvidará!!

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  5. Qué curioso. La única canaria que he conocido en directo (Cattz) no me ha dado impresión de ser tan así, ni mucho menos. O será que yo me quedaba clisao con su belleza y no notaba el cambio de ritmo, pero sospecho que va a ser que no. Se ve que esto de vivir en Granada la habría acelerado un poco.

    Yo no creo que llevara bien semejante ritmo. Estoy habituado a las capitales de Andalucía, que son casi como pueblos grandes. Me estresaría la parsimonia canaria, como sé que me estresaría la aceleración madrileña. Yo nací para andalú. Andalú orientá, además, que al primero que me llame sevillano lo caneo.

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  6. Ojo, Er-Murazor, que no digo que todos sean así, pero los que me he encontrado sirviendo de camareros sí.
    Y ten en cuenta que soy una niña urbanita sin remedio. Es más: urbanita 'de Madriz', que la gente de Barcelona también va repartiendo magdalenas por la vida...

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