lunes, noviembre 05, 2007

Un sinsentido consentido*

Odio que me hagan perder el tiempo. Especialmente cuando realizo una actividad para perder el tiempo. Ya, no tiene sentido, pero de ahí el título del post.

Este sábado he visto tres películas muy malas; de hecho, parecían competir por ser cada vez más malas. La segunda de ellas, cuyo nombre, loados sean los cielos, he olvidado, tenía un final... Cómo explicarlo. Digamos que unos cinco minutos antes de que aparecieran los créditos finales, se descubre que lo que ha ocurrido en la mayor parte de la película es un sueño del protagonista. Oh, bien. Es un recurso que apenas han explotado miles de películas antes que ésta. Al parecer a los guionistas (o quienes quiera que sean) nunca les han explicado que cuando cuentas el mismo chiste tantas veces, acaba por no tener gracia. Sobre todo si lo haces mal. Intentaban utilizar como toque original el hecho de que el argumento se fuera volviendo tan irreal que el propio espectador dedujera la verdad por sí mismo. Disfruto de películas absurdas como la que más, pero esto era un despróposito detrás de otro. Llega un momento en que te preguntas ¿qué demonios está pasando? y ¿por qué debería importarme? En ese instante es cuando te das cuenta de que has perdido tu valioso tiempo de ocio en algo francamente estúpido.

Tan estúpido como para decir que la película de Heidi es lo mejor que vi en toda la tarde. Las regresiones a la infancia son terribles.



(*) Mi pequeño homenaje a Prin lalá. Por haber sacado un disco con canciones frikis. Porque el título quedaba muy molón. Y porque me da la gana. Sobre todo por lo último.

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