lunes, abril 23, 2012

¿Qué mejor regalo que un libro?

Lejos del miedo es el tipo de novela que esperaba leer cuando cayó en mis manos Crepúsculo. Antes de que alguien se me horrorice por semejante comienzo, dadme la oportunidad de explicarme. Yo esperaba encontrar una historia que girara en torno a una muchacha que se enamora de un vampiro. Un vampiro de verdad, de los de toda la vida: un personaje envuelto en un halo de misterio, con señales de "peligro" apuntando hacia él, pero que a pesar de todo fuera irresistiblemente atrayente. Lamentablemente, la tal Meyers me ofreció un penoso espectáculo, con una chica cara-palo (obsesionada con el sexo) y un vampiro gusiluz (con las hormonas también disparadas). Si no fuera por mi compulsión de acabar cualquier libro que empiezo... Bueno, es la gracia de los best-sellers, que te enganchan y te los lees sin parar, como el Código da Vinci. Pero resulta un poco triste que tengan que engañarte así para caer en sus redes.

Mi esperanza en la humanidad, y en la comunidad escritora en particular, ha aumentado gracias a Virginia Pino Cózar. Encontré su primer manuscrito gracias al blog de Sonia, que realizó una estupenda review de Lejos del Miedo y consiguió picar mi curiosidad. Una de las cosas que más me llamo la atención fue que Sonix subrayara lo bien escrita que estaba la novela. Puede parecer banal, pero realmente se agradece mucho cuando lees un libro al azar y resulta sencillo y agradable, sin dejar de ser interesante y entretenido. Y despertando la misma compulsión de seguir leyendo que los terribles best-sellers. Vir lo consigue.

La historia para mí fue más o menos como sigue. Escribí un mail a la autora y me lo mandó en pdf (¿he comentado alguna vez que el eBook es maravilloso?). Tuve que obligarme a mí misma a contenerme y no leermelo del tirón en una tarde. Todo un desafío, porque eran unas 100 páginas de libro, y están tan deliciosamente escritas, que se leen sin esfuerzo y verdadero placer. Esas páginas contienen la dosis justa de descripción para no aburrirme, pero esbozando el escenario y la apariencia de los personajes con claridad. Siempre he admirado esa capacidad para explicar lo que uno quiere decir, y dejar margen suficiente para que la imaginación del lector rellene los huecos y se sienta parte de la historia. Los personajes se llegan a sentir como personas completas y complejas rápidamente: con sus debilidades y puntos fuertes. Hasta los secundarios quedan perfectamente contenidos. Eso es otra cosa que me encanta, y que espero continúe en el siguiente libro: los personajes que evolucionan y crecen. Sin duda la protagonista será una digna sucesora de Buffy ;)

¿Siguiente libro? Pues sí, hay una segunda parte, Un Mar de Cristal, que acaba de salir a la venta (¡una ganga!) Un avance del mismo ya venía incluído en Lejos del Miedo, y prometía. He de reconocer que me asombra ver cómo en esa breve primera parte crea una historia con tantas posibilidades de desarrollo. Es una estrategia buenísima para atraer lectores. Como Vir es una escritora novel, es una buena idea conseguir publicidad en el mayor número de lugares posibles, incluso en un blog tan pequeño como éste. Y con semejante carta de presentación, yo vendo la historia encantada, la verdad. 

Releyendo la entrada, no sé si habré conseguido convencer a algún seguidor del blog: escribir una crítica ha resultado más difícil de lo que pensaba. Pero si a alguien le pica la curiosidad, como me sucedió a mí, podéis encontrar toda la información que necesitéis en este blog, o escribir a Vir, que es un encanto de muchacha. Le deseo toda la suerte del mundo en esta nueva aventura editorial.

domingo, abril 08, 2012

A través del laberinto

Como todos los niños del mundo saben, la distancia más corta entre dos puntos es la imaginación. Y para llegar desde el colegio hasta Golosa, lo mejor era atravesar el laberinto.

El mayor misterio del laberinto era, sin duda, el por qué recibía ese nombre. Aunque la realidad nunca debería estropear una buena ficción, sólo se trataba de una zona verde más en un barrio de familias-con-niños, que además proporcionaba una cierta privacidad a tres portales. A vista de pájaro se podían ver varias zonas de césped y árboles delimitadas por setos y atravesadas por un camino, que se bifurcaba para dar paso a cada una de las entradas del edificio.

Sin embargo, desde una altura inferior al metro veinte, los muros verdes y el techo enramado escondían grandes posibilidades. Fuera del laberinto, la calle empinada era aburrida y gris. Al girar por el camino de baldosas anaranjadas, podía ocurrir cualquier cosa. Además, era un atajo estupendo. Con el tiempo, mis ojos acabaron salvando la altura del seto, y la magia se fue diluyendo. Pero la fuerza de la costumbre seguía dirigiendo mis pasos hacia el laberinto cada vez que pasaba por esa calle.

El problema de los hábitos creados en la niñez es que nos ciegan ante lo que es evidente para los demás. Uno de esos conflictos de indentidad temporal tuvo lugar hará unos años. Era de noche y mis amigos, E. y Ch. me acompañaban de vuelta a casa. Como cada vez, abandoné la calle principal para tomar el atajo del laberinto, arrastrando a mis amigos conmigo. Ellos, que ya me conocen, no suelen hacer muchos aspavientos ante otra de mis manías, aunque esta vez la reticencia que mostraron estaba plenamente justificada.

Completamente ajena a lo que ocurría a mi alrededor, tardé un poco más de la cuenta en notar que habíamos sido acorralados por una banda de adolescentes. Nos cortaban el paso por ambos extremos del camino. Indecisos, nos paramos. El que supusimos líder, se dirigió a nosotros con aire decidido:

- ¿Qué pasa? ¿Queríais esquivarnos?

Al parecer, habían visto nuestro extraño giro de 90º a pocos metros de donde se encontraban reunidos, y lo interpretaron como una maniobra de despiste y evasión por nuestra parte. Mientras Ch. trataba de contemporizar, hablando con ese aire entre afable y apaciguador que le caracteriza; E. vigilaba con recelo ambas facciones del grupo de muchachos, calibrando la peligrosidad de la situación. Yo aún tardé unos segundos más en salir de mi ensimismamiento y procesar la escena. Acto seguido, hice algo que aún hoy no sé si fue valiente o estúpido. Me giré hacia el jefe y le dije la verdad:

- ¡No! Sólo queríamos atravesar el laberinto...

La incredulidad que se pintó en sus ojos fue para enmarcarla. Estudiando mi rostro, todo inocencia, su expresión acabó cambiando paulatinamente a una entre divertida y resignada. Nos examinó de arriba a abajo por última vez, y tras una señal, el resto se apartó y nos dejaron continuar.

Nunca supe si me creyó, o si pensó que era directamente idiota, y que bastante tenía con lo mío.



Otro día os contaré la del asesino del hacha que hay en mi portal.

sábado, abril 07, 2012

Cosas bien dichas

Hay gente que escribe bien. Hay gente que escribe muy bien. Hay quien escribe cosas interesantes, y quien al escribir sobre cosas las hace interesantes. A todos les profeso una gran admiración y acaban apareciendo en mi barra lateral, como un pequeño tributo a su labor.

Las últimas incorporaciones han ido apareciendo casi subrepticiamente. Sin que nadie se percatara, ni siquiera yo, se han amoldado estupéndamente a mi rutina. Como no ser una drama mamá y Mi mesa cojea ya me habían acompañado durante mi temporada de sequía bloguera. Al mundo de los rocambolescos consejos maternales me introdujo M., compañera en desgracias (también llamada tesis), con el objetivo de compartir unas risas en la distancia, y olvidarnos de jefes malignos, proyectos inacabables y ordenadores que explotaban. A guisa de presentación, se podría resumir así: la autora del blog comparte los consejos que ha ido recibiendo y recibe de su drama mamá, y nos alegra el día relatando a su entregado público las perrerías que protagonizaba de niña, mientras trata de decidir si perpetuará esos consejos en una futura prole.

Siempre he sido ávida lectora, con una gran capacidad de empatía para introducirme en las historias que se narran en los libros. El Mundo Real y sus miserias se me da peor. En cuanto aparecen las noticias en la tele, cambio de cadena. Pero no se puede vivir al margen de todo, así que de vez en cuando visito el blog de Jose A. Pérez, entre otros, para que me cuente su punto de vista, con esa deliciosa ironía de la que tanto disfruto, y me pique lo suficiente para ampliar mis conocimientos y formar mis propias opiniones. A él le estaré eternamente agradecida por introducirme a las perlas de la televisión vasca: Ciudad K y Escépticos.

Aunque ya conocía el blog de Biónica, no era lectora asidua. Hace unas semanas que caí en Tú habla, que yo te escucho por casualidad, y no fui capaz de entender por qué. Las últimas entradas que leí, y que acabaron por conquistarme tienen el valor añadido de haber sido muy educativas, abriendo la puerta a un mundo del que apenas sé nada, pero que resulta fascinante.

De mis últimos descubrimientos bitacoriles, he decidido incluir a Sonia Unleashed, que a su vez me llevó a descubrir a Vir que, entre otros blogs, regenta el Diga 33. Gracias a Sonia y sus estupendas críticas, me he apuntado una buena cantidad de series, películas y libros para degustar en el futuro. Otra fuente infinita de actualidad. De momento, ya estoy embarcada en Awake, serie de la que quizá me anime a hablar un día. Y también parece que me ha atrapado un lugar Lejos del Miedo, pero eso es otro post y será contado en otra ocasión.


Como decía, hay personas que tienen una facilidad natural para escribir. Son capaces de contar cualquier cosa, y expresar sus opiniones de forma tan redonda, que no merece la pena escribir otra entrada. Es el caso de Molinos, y su exabrupto contra la huelga de deberes; y es el caso de Jose A. Pérez, que describe la escalofriante verdad sobre la investigación española. Cada uno en su estilo, ambos directos al blanco. Se puede decir más alto, pero no más claro. Que los disfrutéis o lloréis o gritéis a gusto.

viernes, abril 06, 2012

There's no place like home

Acabo de darme cuenta de una cosa. Bueno, en realidad, llevo tiempo sospechándola, pero acabo de concretar en palabras lo que antes era algo etéreo que me atenazaba la boca del estómago.

Mi blog me provoca ansiedad.

No me entendáis mal. Me encanta mi blog, le tengo mucho cariño, disfruto muchísimo escribiendo y sabiendo que tengo un público de al menos dos o tres personas que se leen mis idas de olla del momento. Pero desde que volví en enero, me pongo de los nervios mientras espero a recibir feedback. Lo cual es absurdo de principio a fin. Escribir aquí tras más de dos años de sequía es el equivalente de empezar de cero. Con la desventaja añadida de que no soy una completa desconocida, así que no engaño a nadie sobre mi grado de cordura o habilidades a la hora de escribir.

Hace poco un amigo me preguntaba: ¿qué haces en tu vida que sea sólo para ti? Y le contesté: escribir en mi blog. Lo cual es cierto, en parte. Escribir me libera y me obliga a salir de mi vórtice de caos interno. Me obliga a estructurarme y volver a la fase "ser persona", sin lo cual me diluiría en mi rutina diaria. El problema en estos momentos están siendo mis expectativas.

Aparentemente, estoy repitiendo en la Vida Virtual mis errores del Mundo Real. No puedo volver al pasado. O mejor dicho, no puedo retomar mi vida (en cualquiera de sus facetas) en el punto en que la dejé hace años. Aquí han pasado dos, pero en Madrid han pasado cuatro años. Que se dice pronto. Durante ese tiempo, la gente ha seguido con su vida. Sin mi presencia. Exactamente igual que hice yo. El dilema ha surgido cuando he intentado volver a encajarme en el puzzle sin tener en cuenta ese desfase temporal. Es imposible.

Cuanto más me empeño en volver a mis lugares comunes, más me frustra ver que estoy fuera. Y es que no tiene sentido que me comporte como si nada. Esta es una de las razones por las que paso más tiempo descubriendo blogs nuevos. El hecho de pasarme pegada al portatil día y noche también ayuda, claro. Siento como si el tren de mi vida, tras el último desvío, se hubiera ido deteniendo lentamente, hasta acabar en la vía muerta actual. Y es doblemente desesperante, porque recuerdo con claridad las velocidades de infarto que alcanzaba no hace mucho.

Pues hasta hoy, no me había planteado seriamente que ése es el problema. Que el tren está parado. Que si no me persono en la cabecera y lo pongo en marcha, aquí me quedo. Y es un sitio aburridísimo. Así que a ver si se me ocurre un destino pronto. O el tipo de carburante para ir calentando máquinas... Ehm... Esta analogía se me ha ido de las manos.

Nada, nada. Si en algo me estimáis, lo que tenéis que hacer, lectores y pelusas, es buscar en la barra lateral la imagen del tipo rubio ese tan majo, sentir como os invade su sabiduría, ¡y luego comentar, perras!

lunes, abril 02, 2012

El saber

Si saber no es un derecho,
Seguro será un izquierdo.

No parece importarnos la educación de nuestros hijos. Como en el cuento de las sibilas, quemamos los libros del saber. Recortando y recortando. Que todo sea más fácil, más sencillo, menos contenidos, menos conocimiento, no vaya a ser que sufran esforzándose. Todos iguales, todos distintos. Que nadie destaque. Que nadie se emocione de más. Otro cambio en la ley de la educación, en los planes universitarios. Otro retroceso.


Ya no hay derecha ni izquierda. Las ideologías son del siglo XX, o del XIX incluso.

El siglo XXI es todo "tec": tecnologías y tecnócratas. Los unos nos entretienen y los otros se entretienen a nuestra costa.