lunes, septiembre 25, 2006

Aquí el que no es bueno se lo hace

Creo que es la frase que podría resumir una gran parte del Camino de Santiago, ésa que incluye los vínculos entre los que allí sufríamos y reíamos cada día. Pero no creo que pueda hablar de todo esto ahora. Ha sido mucho tiempo, mucha gente, muchas historias dentro de historias...

En realidad, hoy quería agradecer a Akin que me acogiera el domingo a mi llegada, y se encargara de preparar un estupendo beers&blogs, con gente maravillosa a la que prometo atender en mejores condiciones otro día (porque habrá más) cuando esté recuperada física y mentalmente. Me quedo con pequeños detalles y muchos libros y series de ciencia ficción (o no). También prometo fotos, en cuanto estén en mi poder, así que daos todos por aludidos y enviádmelas para que aparezcan por aquí. Como ésta de los McPotter.

jueves, septiembre 14, 2006

¡¡Licenciada!!

Y estoy tan feliz que no me lo creo. Así que para asimilarlo me voy al camino de Santiago durante diez días: si estás allí el domingo 24, ya tienes algo que hacer*.





(*) La noticia se irá actualizando según se vaya acercando la fecha para concretar lugar y hora.

sábado, septiembre 02, 2006

¿Y si...?

Metro de Madrid, 11 de la noche de un viernes, el tráfico habitual de gente. Entro al vagón y me siento. Enfrente, un hombre me mira fijamente, se levanta, se asoma a la puerta y vuelve a sentarse, esta vez a mi lado. La treta es poco original, de modo que opto por ignorarle. Mi mirada encuentra algo increíblemente interesante en la otra punta del vagón, y de paso, mi nariz encuentra también un aire más respirable que el hedor que emana del hombre.

- Oye.

No respondo. "Quizás si no le hago caso, se aburra y trate de entretenerse con otra cosa. Quizás sólo está borracho, o es un loco infensivo."

- Oye, tú, chica... ¡eh!... sé que me estás oyendo, no importa que no me mires, zorra... ¡eh!, zorra, oye...

Mi mirada se queda petrificada en un cartel informativo, y noto la lengua pegada al paladar. Mi mente borra una tras otra las barbaridades que farfulla aquel hombre, mientras una parálisis total se adueña de mi cuerpo. Medio atontada, busco frenética entre mis compañeros de vagón alguna reacción por su parte que me sirva de vía de escape. Nadie parece notar nada raro. Cada persona está inmersa en sus propios asuntos. Todo es perfectamente normal, exceptuando el silencio tenso que me oprime el pecho.

Una mano en mi muslo me devuelve la energía necesaria para levantarme de un salto y cambiarme de asiento; allí estaré a salvo. Mientras recupero la respiración, busco de nuevo a mi alrededor: al menos habrá una cara culpable, algo... Pero no, nada, lo mismo podría haber estado sola en el vagón.

Cuando por fin llega el momento de bajarme, trato de alejar el pensamiento que se me anuda en la garganta. ¿Y si ese hombre se bajara y me siguiera? ¿Volvería a estar rodeada de gente de cartón-piedra?



Espero no tener que comprobarlo nunca.