miércoles, diciembre 28, 2005

Save the children

Soberbio. La divina casualidad, o Su Fideoso Apéndice, han querido que hace unos minutos encendiera la televisión y llegara a La 2, donde un hombre con aspecto desesperado, yacía tumbado en un banco mientras sostenía un móvil contra su oreja, mientras su otro brazo le cubría parte de la cara.

La imagen, sin sonido en ese momento, me capturó sin querer, gracias a lo cual pude aclarar mis dudas. Justo cuando en mi mente se formaba la misma pregunta, oí salir de la pantalla una voz en off que decía:
- ¿Se están preguntando dónde estoy?
¡Milagro! Realmente la tele habla conmigo. Cuando lo cuente no me van a creer.
- ¡¡Pues estoy en el maldito aeropuerto!!
Misterio resuelto. Eso explica las maletas y la desesperación del hombre.

A continuación, tenemos al mismo hombre, una vez recuperada la vertical, zarandeando su bolsa de viaje por el parking del aeropuerto, presumiblemente en busca de un taxi (je!).
- Se supone que viajo por el mundo diciéndole a la gente que la pornografía es mala y que no se masturbe, y ¡aquí me tenéis! Buscando un hotel donde pasar la noche.
Oh. Dios. Mío. Mi mente quedó totalmente atrapada por esa frase durante los siguientes minutos. ¿Qué demonios estaban poniendo ahora? ¿Tan tarde es? ¿Seguro que es La 2?
- No, déjame. No tengo ganas de hablar ahora.
No me extraña.

El tipo en cuestión se peleó durante los siguentes segundos con el botón de un semáforo para ponerlo en verde, pero viendo que ése no era su día, cruzó de todas formas. Juro que en ese instante no me hubiera extrañado en absoluto que pasara un coche a toda velocidad, como en una película de serie B, y le arrollara, mientras su bolsa salía disparada por los aires.

Lamentablemente... digo, afortunadamente (pobre hombre, desde luego, cómo soy), eso no sucedió. Pero mi curiosidad ya era insana: ¿de qué demonios iba todo esto? Permutaciones aleatorias de las palabras "pornografía", "masturbación", "accidente", "aeropuerto" daban vueltas por mi cabeza. Es el sueño, tengo que irme a dormir ya. Mi cerebro volvió a conectarse de nuevo, a tiempo de captar el letrero que subtitulaba la imagen de la misma persona que antes, pero más relajada (en un estudio de grabación). Se trataba de un cura, o su equivalente norteamericano (los Simpsons desvirtúan la realidad, ya se sabe). Y, efectivamente, lo que estaba viendo era un reportaje de su viaje alrededor del mundo (o casi) junto con otro compañero en su lucha contra la pornografía. Nunca se me hubiera ocurrido evangelizar al grito de "Porn sucks", pero claro, yo no soy cura.

Mi aguante se quebró cuando se les unió en su cruzada un director de cine porno, que afirmaba que él más que nadie estaba de acuerdo con ese slogan. Noquieronipensaraquéserefiere. El último flash, antes de ir a la publicidad, era de la preparación de un anuncio, con marioneta y todo, para tratar de convencer al mundo de que, al menos, los niños deberían estar alejados de estas perversiones.

Qué grande es Documentos TV. Save the children, o como dicen en el blog de jotace:
"¡¿Pero es que nadie piensa en los niños?!" (mentelimpia mentelimpia...)

lunes, diciembre 26, 2005

Personas extraordinarias

- Was denken Sie?
- ... Ich weiss nicht.

Ni hecho a propósito. Matemático. Es preguntarme "¿en qué piensas?" y automáticamente mi mente trata de resetearse, borrar los últimos minutos de ideas confusas, y dejarme sola ante el peligro. Porque las respuestas "Nada" o "No sé" no son aceptables en ningún momento. Ni siquiera cuando es cierto.




Hace tiempo que se me acumulan historias en la cabeza. Cuentos sin hilación. Algunas son reales, otras... ya no lo sé. Todas, sin embargo, tienen algo en común: giran en torno a una persona poco corriente. Cuando las conoces, parece que poseen un halo de irrealidad, como si cerca de ellas cualquier cosa que sucediera fuera posible.

Un niño, en un vagón de metro. Iba sin reloj, y parecía agitado. ¿Qué hora es?, era la pregunta constante. Por extraño que parezca, sus compañeros de asiento no nos molestábamos ante ello. Su excitación era contagiosa, casi como un escalofrío que nos recorría a todos, por turnos. Por último, se estableció una curiosa conversación, iniciada por el muchacho:
- ¿Cuántas paradas te faltan?
- Tres.
- ...
- ¿Y a ti?
- Cinco.
Una nube cruzó por su rostro. Angustiada por el cambio, traté de decirle algo que le animara de nuevo.
- Si quieres, cuando me tenga que bajar, te vuelvo a decir la hora. No creo que tardes más de cinco minutos en llegar a tu casa.
- Gracias.
De nuevo su cara irradiaba felicidad. Hubo un suspiro de alivio imperceptible entre los que estábamos con él.
- Me bajo aquí. Es la una y diez.
- ¡Genial! Aún llego a tiempo de ver a mi madre antes de que se vaya.
- Hasta luego.
Y con una sonrisa de oreja a oreja, me dirigí a la salida.




Ella trabajaba en una tienda de espejos. No era feliz. Su imagen la perseguía donde quiera que mirara, y no le gustaba lo que veía. No se consideraba guapa.
Un día entró en la tienda un cliente. Mientras le atendía, su mirada se desvió por un instante. En un espejo cercano, su reflejo le devolvió un gesto sonriente. Sorprendida, comprobó lo hermoso que resultaba su rostro cuando lo iluminaba una sonrisa.
Desde entonces, sonríe todo el tiempo.




A esas persona extraordinarias, mágicas, que tienen su propio mundo: ¿crees que realmente necesitas preguntarles lo que piensan?

domingo, diciembre 18, 2005

jueves, diciembre 15, 2005

Te odio

Hoy te he visto y me he sentido asqueada. Siempre te odio el día de después. Luego se me olvida. Y vuelvo.

No sé por qué. O no quiero saberlo.